14/08/2015
PARSHAT Ree
Rabí Israel Baal Shem Tov enseñó que de
cada
cosa que uno ve o escucha debe tomar una enseñanza para su servicio
a Di-s.
"OJOS QUE VEN"
Por el Dr. Yaakov Brawer
(profesor de
Anatomía y Biología Celular de la Universidad McGill Facultad de Medicina).
Cuando tenía 9 o 10 años recibí mi primera instrucción seria de filosofía
jasídica, aunque no la reconocí como tal en ese momento.
En aquellos días
pasaba muchas tardes de domingo con mis amigos en el cine viendo dibujos
animados. De los cientos de dibujos que vi, uno se destaca en mi memoria. El
protagonista era un ave muy rápida, inteligente llamada el Corre-Caminos, y
el villano era un coyote voraz y muy tonto.
La caricatura representaba
varios intentos abortados en los que el coyote desea hacer una comida del
Corre-Caminos.
En una escena, el pájaro corre hasta el borde de un
acantilado y se esconde detrás de una roca. El coyote, sin embargo, esta tan
absorto en la persecución que no se da cuenta del precipicio y corre directo
fuera del borde.
Se mantiene en el aire, ajeno a su situación imposible y
en desafío a las leyes de la gravedad, hasta que finalmente se le ocurre
mirar hacia atrás. Vio desde el borde del acantilado al Corre-Caminos, y
allí se da cuenta que está en serios problemas. Lentamente mira hacia abajo
y sólo entonces, cuando era claro que estaba de pie en el aire, cae.
Aunque esta historieta fue producida sin un objetivo más elevado que el
entretenimiento de los niños, contiene una profunda percepción que fui capaz
de apreciar sólo después de estudiar la filosofía jasídica.
El coyote
cayó específicamente como consecuencia de mirar hacia abajo. El hecho de que
no tuvo ningún problema hasta que dirigió su vista abajo, indica claramente
que no estaba sujeto a la ley natural, hasta que la aceptó.
Si no hubiera
mirado hacia abajo y encadenado a sí mismo con la visión determinista del
mundo de la realidad, si no hubiera sucumbido a la sabiduría convencional de
lo que es posible y lo que no, podría haber continuado caminando en el aire.
Nosotros, los judíos hemos tratado de absorber esta lección desde nuestros
inicios como pueblo hace más de 3.000 años.
Nuestro padre Abraham no
tenía ningún problema con este concepto. Él no respondía a nadie, no temía a
nada, y no creía en nada aparte del Todopoderoso. El fuego no podía
quemarlo, y el agua no podía ahogarlo porque no les concedió ningún
reconocimiento.
No confió en milagros, sino que su visión se dirigía
constantemente hacia arriba, hacia su Creador y nunca tuvo obstáculos
terrenales, ni leyes o necesidades en cuenta. Nunca miró hacia abajo y, por
lo tanto, nunca se cayó. Somos los hijos de Abraham. Individualmente y como
pueblo no estamos sujetos a las limitaciones naturales. Nuestra existencia
es milagrosa, como los historiadores admiten a regañadientes. No nos regimos
por ningún organismo distinto del Todopoderoso y hemos sido dotados por
nuestro Creador con la capacidad de ver a través de todos los impedimentos,
restricciones, dificultades e ilusiones inherentes a la vida mundana, y
percibir el propósito Divino. Poseemos ojos para verlo.
Nuestro problema
es que tenemos problemas para concentrarnos. Estamos distraídos por las
sombras de la apariencia mundana. Engañados por la imaginería abierta al
mundo y preocupados por lo tanto, por objetivos, inquietudes, preocupaciones
y miedos que no tienen sustancia.
El antídoto para esta miopía
espiritual es Jasidut. A través de la lente de Jasidut, somos capaces de
penetrar la oscuridad del exilio y percibir con claridad la realidad
subyacente de Di-s.
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