02/07/14
Cuando el arte reclama justicia
El compositor Roberto Kuczer habla de la obra con la que se conmemorarán
los 20 años del atentado a la AMIA.
“Todos morimos un poco” Para Kuczer, el atentado fue contra todos.
por Eduardo Slusarczuk
En el marco del 20 aniversario del atentado contra la AMIA, mañana y el
jueves de la próxima semana se llevará a cabo, en la Usina del Arte, el
estreno del Concierto para ochenta y cinco gotas, un reclamo y una eterna
memoria, del compositor argentino Roberto Kuczer.
Una obra en tres movimientos que será interpretada por una ensamble de 12 músicos,
dirigido por el creador de La compañía de las luces, Marcelo Birman, bajo
arreglos de Mariano Kosiner Blanco.
Kuczer, quien para la ocasión volvió a su Buenos Aires originaria desde
Barcelona, donde lo radicó -en parte- la crisis de 2001, cuenta que la obra
comenzó a gestarse cuando le pidieron “algo que acompañara” el Carro
de la memoria, que fue parte de la conmemoración del año pasado del
atentado contra la mutual judía.
“Ahí se me ocurrió lo de las gotas; era una obra pequeña, con las 85
gotas intervenidas electrónicamente”, recuerda el compositor a quien,
sobre la marcha, el director operativo de Programación del Centro Cultural
Recoleta, Elio Kapszuk, le pidió que a partir de “esa idea”, creara
“una obra más grande”.
La inquietud quedó latente, hasta, hasta convertirse en dos nuevos
movimientos. El Segundo, Reclamo, consistente en una sucesión de 85 melodías
de distintos géneros -valses, valcesitos norteños, klezmer, tango, blues,
pop, cumbias- “con la característica de que cada una de esas melodías,
tan diversas como la gente que vive en Buenos Aires, se detienen
inesperadamente y abruptamente, coincidiendo la cantidad de pulsaciones
musicales con las edades que tenía cada una de las víctimas del atentado”.
Y el Tercero, Una eterna memoria. “Para éste, le pedí a los músicos que
desafinen sus instrumentos, y desde mi computadora trabajaré una especie de
ruidismo precreado a partir del sonido de las gotas; y lo iré haciendo
desaparecer suprimiendo las frecuencias audibles para el oído humano, en
tanto las otras seguirán sonando”, explica.
Sin lazo afectivo alguno con ninguna de las víctimas, Kurczer no duda en
afirmar que el 18 de julio de 1994, “pensáramos lo que pensáramos, fuéramos
judíos o no; todos morimos un poco”. “El ataque -sigue el compositor,
especializado en música oriental- no fue contra los judíos, sino contra
todos los argentinos.” Y enseguida agrega que más allá de haber sentido
siempre el ‘ser judío’ , aún cuando reconoce haberse manejado “de
una forma muy laica”, sin duda alguna habría experimentado las mismas
sensaciones si el trabajo hubiera estado relacionado con las víctimas del
atentado de Atocha, en Madrid. “Se trata de víctimas; de gente que murió
de una forma tremendamente injusta, ante lo cual hay que pedir justicia”,
dice.
En ese sentido, ¿cuál es el aporte que el arte puede hacer en este reclamo
de justicia, que sigue tan vigente hoy como 20 años atrás?
Desde el arte, en este Segundo Movimiento, que es el que específicamente se
llama reclamo, lo que hago es interrumpir esas melodías en un momento
absolutamente inesperado. No es que el ensamble va a terminar estas melodías;
cada una de ellas va a morir en sus dedos. El reclamo, entonces, es el resto
de melodía inacabada; lo que no pudo ser. Desde el arte estoy diciendo eso;
estoy reclamando esa vida que les fue quitada de forma tan injusta.
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