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Su admirada Gran Bretaña indignó al sionista Gerchunoff por la despiadada aplicación del Libro Blanco contra los sobrevivientes del Holocausto, que pugnaban por ingresar a Palestina mientras que en el mundo de la posguerra en ningún puerto se los aceptaba. Pero también indignaba a Gerchunoff la represión colonialista británica contra los así calificados "terroristas" sionistas que luchaban por un Estado judío. Meses antes de finalizada la guerra, Gerchunoff denunciaba la duplicidad británica:
Se puede no cumplir la palabra empeñada a los judíos. Eso no deshonra a nadie y los políticos de Londres, desde Ramsay Macdonald hasta Mr. Attlee, no se quieren sentir deshonrados. De acuerdo con la filosofía de los burócratas del Ministerio de Colonias, antes que nada antisemitas por tradición nobiliaria y por rutina ministerial, los judíos están obligados a pelear por las naciones aliadas, pero estas no están, en cambio, obligadas a cumplir la palabra empeñada a los judíos. (...) Paralelamente a esa acción, se producen en Palestina fenómenos de violencia de los cuales se acusa a grupos de jóvenes de "terroristas". Pero muchos de los "terroristas" palestinenses han combatido al lado de los ingleses en el África y sirvieron heróicamente en la guerra antitotalitaria...
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