Atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires, Argentina

En recuerdo al atentado a la Embajada

Nos hallamos acá, como un año atrás , de pie en este lugar, donde descansan sueños y esperanzas. La diferencia, tal vez, resida en que, aquel 17 de marzo de 1992, rodeados de escombros y asombro, teníamos la ilusión de encontrar con vida algunos hombres y mujeres, que hoy conforman la lista de fallecidos. Y, ahora, ni tan siquiera esta ilusión nos es permitida.

No vengo a decirles cuáles son nuestros sentimientos. Cada uno de los que nos acompañan sabe el valor de vida. Llego sí con nostalgia, compasión, solidaridad y amor a guardar sus memorias. Después del derrumbe, no es tarea fácil: permanecer humanos en un mundo que es inhumano.

Soy el representante de un antiguo pueblo. El pueblo más viejo y oprimido de la historia. Comenzamos con la esclavitud. Nacimos en opresión. Esto hace que hayamos traído al mundo la insistencia sobre la justicia absoluta. Nos dedicamos a forjar una comunidad humana, que no permitirá que ninguno de sus miembros sea segregado y tratado por debajo de la condición “persona”.

Nuestras vivencias, desafortunadamente, nos enseñaron a poner mayor atención a las amenazas que a las promesas. Pero, el sufrimiento no da ni derechos ni privilegios. Y debemos aprender a humanizarlos y transformarlos en diálogo más que en espada. Esto sólo depende de nosotros.

Sabemos que las acciones brotan de ideas y convicciones. Cómo respondemos depende de cómo entendemos y, sobre todo, cómo recordamos este suceso, tan cercano a nuestro tiempo.

Nos hemos hecho un juramento: esa tarde de terror y horror no deberá transcurrir en vano. Y de esto, todos debemos aprender.

La exigencia que abjuremos de nuestra Nación, en beneficio de la paz, está dirigida al único pueblo que trató, durante dos milenios, de vivir sin soberanía, pagando el precio de millones de vidas.

Aunque suene muy fuerte, estoy convencido de que el destino de Israel, es un barómetro preciso que mide la salud, o enfermedad, del mundo. Y el destino del judío en una sociedad es también un barómetro preciso que mide el grado de salud, o enfermedad de cualquier sociedad en cualquier país.

El terrorismo, que hoy está en práctica tan extensamente, ignora las reglas de guerra, volcándose hacia los no combatientes. El inocente es víctima involuntaria. Es el objetivo. En otras palabras: cuando más inocente es la víctima más se regocija el terrorista.

El siglo XX mostró al hombre en su capacidad para el mal. Sin embargo, podemos también detectar la capacidad humana para el bien. El ser humano tiene que desafiar todo aquello que trata de destruirlo.

Estamos abocados a una tarea: recordar, con dolor, la sangre que fluye por las heridas abiertas. Recordar sonrisas, miradas, sufrimientos…Esto nos debe ayudar a redimensionar

cada una de nuestras vidas hacia un futuro que sobrepase nuestras esperanzas.

Palabras del Sr. Itzhak Shefi

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