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22/07/2014
Las historias que dejó la AMIA: sobrevivió porque buscaba una máquina de
escribir Ana Weinstein, sobreviviente del atentado a la AMIA, recordó cómo
salvó su vida segundos antes de la explosión, debido a un trámite que había
ido a hacer en la parte trasera del edificio, y dijo que pese al horror hoy va
cada día a trabajar a esa reconstruida sede para no "darles con el
gusto" a los asesinos: "Yo no me podía dejar matar", subrayó.
En una entrevista que le concedió a la agencia Noticias Argentinas en su
oficina, en el cuarto piso del edificio de Pasteur 633, volado hace 20 años,
Weinstein, directora de la Federación de Comunidades Judías de la Argentina y
del Centro de Documentación e Información sobre Judaísmo Argentino, recordó
a sus padres que, como ella, también son sobrevivientes, pero del Holocausto.
-¿Qué hacía en aquellos días y qué relación tenía con la AMIA?
-Soy socióloga y desarrollaba tareas sobre la presencia judía en la Argentina.
Mi lugar de trabajo era en un edificio que AMIA tenía en Ayacucho 632. Pero me
habían encomendado seis meses antes la coordinación de la celebración de los
100 años de AMIA, que fue fundada en 1894. Entonces mi rutina era ir al
edificio de Ayacucho a ocuparme de las cosas del centro de documentación y
después, junto con mi secretaria, Mirta Strier, venir a la sede central, de
Pasteur 633, a ocuparnos del centenario.
-¿Cómo recuerda la explosión?
-En estos días lo recuerdo de una forma mucho más dramática, porque ese
domingo previo al lunes del atentado había terminado el Mundial (de Estados
Unidos). Esa mañana entrábamos con Mirta con ese clima mundialista, como el de
hoy, con todos comentando fútbol, qué pasó, quién ganó, quién perdió.
Subimos al segundo piso, donde teníamos la oficina, que daba a la calle
Pasteur, recientemente estrenada y temporaria. Teníamos nuestra oficina en el
primer piso, pero lo estaban refaccionando. Apenas llegué me acordé de que
teníamos que rehacer una carta. Y fui a pedir una máquina de escribir
eléctrica al área técnica. Me levanté del escritorio, dejé mis cosas y le
avisé a Mirta que iba a la parte trasera del edificio. Apenas me senté a
hablar con Miguel Salem, del área técnica, el edificio se empezó a sacudir,
las cosas del techo empezaron a desprenderse, se hizo oscuro, porque se cortó
la luz. Pensamos que tenía que ver con las remodelaciones. No lo imaginábamos.
-¿Qué atinaron a hacer?
-Había quedado abierta una puerta que decía "en caso de emergencia...",
que seguramente nadie imaginó que la tendríamos que usar. Entonces pudimos
respirar un poco de aire. Y esa puerta daba a una especie de pasadizo de metal
que daba contra una pared. Del otro lado funcionaba una institución judía. Nos
trepamos a ese techo.
-¿Ahí pudieron salir?
-Sí. Hasta ese instante estábamos mirando para el contrafrente del edificio,
pero cuando subimos a ese techo, que ya era el aire libre, como una terraza, y
nos dimos vuelta y pudimos mirar al frente fue lo más terrible de todo: el
edificio caído, los escombros que seguían cayendo, los gritos que se
escuchaban... Fueron los peores momentos. Pusieron una escalera y pudimos bajar
a través de esa institución que estaba básicamente deshabitada y que hoy es
parte de AMIA.
-¿Qué hizo al salir a la calle?
-Salimos por Uriburu, bajamos por Tucumán, y se seguía escuchando la caída de
vidrios de los edificios, mamposterías, hasta que llegamos a la esquina y ahí
vimos cómo se empezaba a juntar gente, que ya estaba parada arriba de los
escombros, queriendo removerlos, queriendo encontrar gente abajo, para terminar
sacando a algunos... Cuando salimos ahí me ofrecieron un teléfono y agua. Pude
llamar a mi casa.
-¿Qué pasó con su secretaria?
-Mirta es una de las 85 víctimas. Al haberse quedado en una de las oficinas que
daban al frente fue sepultada por los escombros.
-¿Recuerda más víctimas?
-Sí, claro, muchos compañeros de trabajo. La directora de programas sociales,
con un sufrimiento terrible y mucha entereza, se dio cuenta de la
situación, se sacó escombros que tenía en la boca y pudo apenas sacar una
mano. Alguien la vio y empezó a remover y la sacaron. Pero un hijo de ella, que
también estaba trabajando ahí, falleció. Por supuesto, yo lo conocía.
Susana, la persona encargada de la bolsa de trabajo.
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