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UNA DEUDA PENDIENTE
Impunidad: veinte años ya es demasiado
La senadora plantea que, para cerrar una herida que aún duele, hay que
conformar una comisión de notables que permita esclarecer el atentado y su
encubrimiento.
Por Norma Morandini | 12/07/2014 | 22:54001
La voladura de la mutual de la comunidad judía, dos décadas después,
contradice al tango. Veinte años ya es demasiado tiempo para que los
argentinos sigamos conviviendo con la misma matriz de impunidad y
encubrimiento de un Estado que está lejos de ser un auténtico Estado
democrático, respetuoso de las leyes y protector de sus ciudadanos. Es más,
estas dos décadas que nos separan de aquel 18 de julio de 1994 arrojaron al
espacio público nuevos ciudadanos que votan y opinan, pero no erradicamos la
cultura del odio y la intolerancia que está en la base de ese atentado
terrorista. El que desnudó, también, lo que incubó el terrorismo: la
clandestinidad y la siempre ocupada mano de obra de los espías del Estado.
En un país empachado de ideologismo, resulta llamativo que nadie haya
asociado la fecha del 18 de julio con la que en España conmemora al
ultraderechista movimiento de la Falange, el día de 1936 en el que Franco
derrocó a la República y dio inicio a la guerra civil. Menos aún reparamos
en el contexto cultural en el que vivimos el atentado terrorista contra el
edificio de la calle Pasteur. Corría julio de 1994, el país una vez más se
henchía de patriotismo futbolero. Los televisores, que desde entonces
pasaron a ser parte del mobiliario de los cafés de Buenos Aires, preparados
para ver los goles del Mundial de Fútbol en los Estados Unidos, terminaron
con el orgullo nacional por el doping de Maradona y se llenaron de terror y
dolor por los cadáveres del atentado de la AMIA. La historia transmitida al
instante. Ahí estaba en las pantallas el terror de lo que en nuestro pasado
reciente se había hecho de manera clandestina, desde las bombas a los
secuestros. Apenas llevábamos una década de la primavera democrática, vivida
sin violencia ni impunidad: el juicio a las juntas había reconstruido la
forma de operar en las sombras de los agentes de inteligencia que
convirtieron los fusilamientos en "enfrentamientos" y los secuestros y
las
desapariciones en "fugas al extranjero". Esas marcas de mentira y
oscuridad
que nos identifican como sociedad autoritaria. Dos males que sobreviven
veinte años después.
Si la coincidencia con el 18 de julio de la Falange española puede ser una
travesura del calendario o una marca ideológica de los grupos que le
arrancaron al gobierno de Raúl Alfonsín las leyes de Obediencia Debida y de
Punto Final, lo cierto es que el atentado a la AMIA retrotrajo los peores
fantasmas del pasado, la "mano de obra local", los grupos de tareas
convertidos en grupo de terror. Una matriz histórica sobre la que debió
investigarse la voladura de la AMIA con sus 85 muertos y sus más de 300
heridos. La impunidad y el encubrimiento del juicio desnudó otra lacra que
nos dejó el autoritarismo, una Justicia corrupta, que en este caso actuó
casi como una asociación ilícita. Si a la explosión en la Embajada de Israel
le siguió la voladura de la AMIA, el tercer atentado fue en mi provincia, la
explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero, otra expresión terrorífica
de lo que anidamos como sociedad. Se hizo volar un pueblo para encubrir el
negociado con las armas. Muchos vecinos cambiaron sus denuncias por las
reparaciones económicas del gobierno de Menem, que continuaron con este
gobierno. No porque crea que el Estado no debe reparar su responsabilidad
sino porque duele constatar que "don Dinero" es una gran tentación y
baila
detrás de la impunidad nuestra de cada día. A la par, siempre resulta más
cómodo echarles la culpa a los de afuera que aceptar que muchas de las
monstruosidades de nuestro país fueron hechas por compatriotas que
caminan
entre nosotros, cuando no permanecen en los pliegues burocráticos de lo que
sigue siendo oscuro, las cuestiones del Estado y las fuerzas de seguridad
que no terminan de democratizarse.
La historia más reciente, el Memorándum de Entendimiento con Irán, por su
ilegalidad y su papelón internacional, fue otro gran fracaso. Y aun cuando
tanto el ex presidente Kirchner como la actual presidenta reiteraron ante
las Naciones Unidas la responsabilidad del Estado argentino, con la firma
del memorándum, presentado como un "hecho histórico", renunciaron a
todo lo
que habían prometido hasta entonces en relación con la investigación del
atentado a la AMIA: el acuerdo diplomático se presentó como una solución
jurídica. Pero como seguimos eludiendo la verdad, un grupo de legisladores
de todos los colores políticos, a instancias de las víctimas de la AMIA,
reunidas en Apemia, elaboramos un proyecto de ley para que se cree una
comisión de la verdad integrada por figuras notables, entre ellos Adolfo
Pérez Esquivel, Osvaldo Bayer, Beatriz Sarlo, Nora Cortiñas, para que dentro
del Congreso se investigue tanto el atentado como su encubrimiento. Una
comisión que, al estar integrada por legisladores, tendrá tanto la
legitimidad de la representación política como la autoridad moral de
aquellos que cuentan con el respeto y el prestigio ante la opinión pública
por su trayectoria en la defensa de los derechos humanos. La comisión tendrá
acceso reservado a las pruebas y a la documentación que hasta hoy se empeñan
en ocultar tanto el Gobierno como la fiscalía.
Si veinte años es muchísimo tiempo para un país que no termina de erradicar
ni la violencia ni el terror, sí estamos a tiempo para finalmente construir
un auténtico Estado de derecho. Para eso debemos recuperar la centralidad
del Congreso y la independencia de la Justicia. Pero, sobre todo, una
sociedad adulta que anteponga la decencia a las cuotas, la verdad al engaño,
la participación a la comodidad, y sepa que si la vida de convivencia no se
construye sobre valores compartidos como la igualdad ante la ley, poco
importa que tengamos crack de fútbol excepcionales o una filosofía tanguera
que suena bien para cantar al desamor pero que es cínica cuando se trata de
justificar el cambalache nacional como si fuera un destino inalterable, el
terror de la violencia y la impunidad del poder.
*Senadora de la Nación.
http://www.perfil.com/contenidos/2014/07/12/noticia_0124.html
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